1.3.09

silêncio sem companhia

(...) no pinta en el cuadro su habitación o su cama, sino el reflejo de su habitación y su cama en el espejo, como si quisiera distanciarlas de la realidad o, quizás, hacer esa realidad más concreta al enmarcarla en el rectángulo del cristal; lo que vemos está al revés de como era y de como lo vieron los ojos de Gaya durante cientos y cientos de anocheceres cuando, cansado del día, llegaba al silencio sin compañía de la habitación que le servía de morada. Una medio deshecha, tal como quedara evantarse, mostrando las sábanas blancas y una cubierta oscura, del mismo color que el almohadón que, sobre la almohada, le permitirá elevar la cabeza, una vez acostado, para acomodar la lectura de cualquiera de los libros que reposan sobre un estante junto al lecho. Láminas o dibujos sobre la pared y, sobre la mesilla -¿una maleta?-, sobre la brillante cubierta roja de un libro, la lámpara, una lámpara que recuerda la forma de un quinqué, cuya pantalla traslúcida permitía una iluminación amarillenta, difusa, que caía sobre el hombro izquierdo del lector que, acostado y repasando las páginas del libro, esperaba que el cansancio y la tenuidad de la luz cerrara sus párpados cansados y dolidos.
José Luis Valcárcel sobre "La lámpara" (1955) do pintor Ramon Gaya.